Son las 22:00h en una noche fría
de invierno y quedamos en la calle principal donde me recoges con tu coche. Un
Golf blanco, precioso, impoluto y con olor a recién estrenado - ¿Por qué tengo tal debilidad por los Golf?
Pf... me encantan -.
Llevo un vestido bastante
ajustado, de color verde militar, combinado con zapatillas de deporte y…
mierda, ¿Dónde está mi chaqueta?.
¿Dónde estás? te estoy
esperando abajo.
Ya bajo, dame un minuto,
había olvidado mi chaqueta.
Vamos. Sabes que no me
gusta esperar.
Y vuelves a usar ese carácter
dominante que tanto me encanta y me pone a mil.
Ya
voy, exigente.
Relaja el tono cielo ¿o quieres
que te recuerde quién domina de nuevo?
Prefiero no contestarte y esperar a verte, aunque me sonrojo
al recordar lo que pasó en nuestra primera cita; sin duda diferente y explosiva.
Consigo llegar al coche y allí estás, esperándome con tu
cara de malos amigos por haberte hecho esperar, y tras verla, se me escapa una
sonrisa pícara (me encanta hacerte rabiar). Lo que hace que me mires y se te
frunza el ceño.
¿De qué te ríes?
De
ti
¿Cómo que de mí? - Dices
mientras arrancas el motor y comenzamos a movernos.
No has querido decirme donde nos dirigimos en ningún
momento. - Tú, y tu afán de controlarlo todo… - pienso.
Contesta.
Recuperas ese tono imperativo y contundente mientras apartas
durante un segundo la vista de la carretera y diriges tu mirada firme hacia mí.
De esa
seriedad que intentas aparentar siempre. Me hace gracia. Ya lo sabes
¿Te hace gracia o te pone?
– dices mientras me miras fijamente esperando una respuesta
Mi mirada lo dice todo. No necesitamos mediar palabra, los
dos sabemos lo mucho que me pone ese semblante dictatorial que tienes, la forma
de provocarme en cada momento, las miradas desafiantes... todo tú.
Solo puedo mirarte sensualmente a los ojos y morderme el
labio. El calor comienza a subir desde mi vientre hacia arriba.
Estamos bastante lejos ya y de pronto detienes el coche
delante de un semáforo que en ese momento se torna rojo; y una mano furtiva se
abre camino desde la palanca de cambios hasta mis piernas, lo que hace que se
erice cada poro de mi piel al notar el roce de tus dedos sobre ella.
El camino de esa mano se vuelve más firme y contundente, no
te andas con sandeces, soy tuya y lo sabes, así que llegas a mi sexo y apartas
fácilmente el fino tejido de encaje negro que lo cubre, mueves tus dedos
diestros sobre él mientras te lanzas a mí, comienzas a besarme el cuello y
seguidamente la boca.
El tiempo se acaba y el semáforo ha vuelto a ponerse en
verde. Te apartas y continúas con el itinerario que sólo tú conoces. Yo me
quedo extasiada intentando recomponerme pero me es prácticamente imposible.
¿Crees que podrás aguantar
hasta que lleguemos? – dices con tono chulesco
Odio que me hables así pero en ese preciso momento me da
igual, francamente, estoy demasiado cachonda.
Si
me dijeras donde vamos…
Señorita, creo que la
pregunta ha sido bastante clara, limítate a contestar.
No –
me resigno a contestar con cara de pocos amigos. Odio que me hables así-
Genial. Ven aquí.
Y me coges la cabeza y me la plantas en tu entrepierna. El
bulto ya es bastante prominente y no puedo evitar excitarme al pensar el tamaño
que se esconderá debajo del angosto pantalón que lo separa de mí.
No puedo eludir morderla con ansia a través de la tela
mientras mis manos se mueven por el botón, la cremallera y seguidamente la goma
del calzón.
La saco y al fin es mía, levanto la vista y estás
concentrado mirando a la carretera, esbozando una leve sonrisa mientras me
manoseas el cuerpo entero desde la espalda hasta el culo con la mano derecha
esperando impaciente que entre en acción.
Comienzo a lamerla de arriba abajo, jugando con mi lengua
desde su nacimiento hasta el extremo, moviéndola sin parar en este punto y
mientras tanto, noto como te alteras, como tu respiración se acelera y coges el
volante con más fuerza.
Disfruto cada lamida, cada impulso que mi húmeda extremidad recorre
sobre ti y no espero más, anhelo el sabor de tu miembro dentro de mi boca. Y
comienzo a succionar tu cúspide con mis labios mientras muevo mi lengua por
toda su superficie.
Tus ojos entornados lo dicen todo y tu boca no se queda
atrás. Te encanta, no te importa que se aprecie a simple vista, y a mí me fascina
más el tenerte ahí, rendido a mis encantos, a mis pies, a mí.
Ahora domino yo, solo yo dicto qué hacer en cada momento
para hacerte suplicar por tenerme ahí. Tu cara me dice que eres mío, que puedo
hacer contigo lo que quiera, y vaya si lo voy a hacer…
Disfruto del momento y mi cuerpo sabe cómo hacértelo saber,
muevo mi culo mientras me pongo a cuatro patas y te la mamo con más energía.
Tú sabes lo que quiero, dámelo…
No me hace falta decirte nada, sueltas una mano del volante
y la diriges hasta mi sexo, donde inicias un celérido movimiento con tus suaves
dedos por todo mi coño, chorreante de placer ante tal escena.
Mi cabeza no para en esa cesante comida, la gozo a cada
segundo, con mi lengua pegada a toda tu extensión en cada movimiento. Tus dedos
se mueven ágiles dentro y fuera de mí, y entretanto intercalo gemidos furtivos
que hacen que te vuelvas loco.
Aumentas tu ritmo.
Aumento mi ritmo.
El camino parece infinito y sólo estamos los dos en aquel
pequeño habitáculo donde los cristales comienzan a empañarse. Conectas el aire
acondicionado y se me eriza el vello al sentir la brisa fría por toda mi piel
desnuda.
Mis pezones se tornan rígidos ante el cambio de temperatura
y no dudas en pellizcarlos con tus dedos mientras mi ritmo se acelera.
Tu final se acerca, lo siento en cada chupada, tu polla
comienza a convulsionar, noto la solidez de tus huevos repletos de oro blanco y
me pongo más cachonda si cabe…
Posas tu mano sobre mi cabeza y cogiéndome del pelo impulsas
mi cabeza hasta el fondo de tu ser. Me cortas la respiración en cada irrupción,
mi garganta se ensancha para acomodar tal armamento una y otra vez.
Y culminas, me saturas la cara de lefa, me llenas la boca y
aún tienes más. No puedo evitar levantar la vista y mirar tu cara de gozo y satisfacción
mientras lo haces. Desde luego, estás mucho más guapo con esa cara que con tu
cara de rufián diaria.
Madre mía, nunca me la
habían chupado así.
No te
relajes, aún no hemos acabado, queda mucha noche por delante
Lo sé, ya estamos llegando al destino.
Genial. Esto sólo acaba de empezar.
Uf, nena ¡Cuánto me pones!
ResponderEliminarLa verdad es que con semejante comida de polla, como tan solo una buena puta que sabe calentar a buen ritmo, es un relato magnífico, aunque estoy seguro que en la vida real lo haces mil veces mejor.
Creo que eres una escritora genial, porque sabes captar la lujuria y el pecado de cada momento de sexo. De ese sexo guarro, caliente, provocador y juguetón. Ese que te pone a mil con tan solo imaginarte lo que viene después.
Espero que con folladas como esta, Lujurias Carnales nos deleite mucho más a menudo. Merece la pena ser intransigente en estas cuestiones... ;)
Besos.
El viaje comenzó movido, un relato muy directo. Agradezco de paso tu comentario en mi blog.
ResponderEliminarDulces besos.
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