lunes, 20 de febrero de 2017

Ardientes


Primero de todo me gustaría pedir disculpas por esta ausencia prolongada. He sufrido algunos problemas personales y anímicos que me han pasado factura durante un largo periodo de tiempo, pero ya puedo decir que estoy completamente recuperada física y sobretodo psicológicamente y que Lujurias Carnales vuelve a ser lo que siempre fue. Sexo, pasión y sobre todo, lujuria.

No ha sido fácil despojarme de esos males que recorrían mi mente todo el tiempo, los estudios, la convivencia y todo se puso en mi contra y consiguió minarme. Por eso intentaba refugiarme en las amistades, esas que siempre están ahí y tras una larga deliberación mi respuesta a una noche de fiesta por la ciudad fue afirmativa.

Mi cara no está precisamente risueña y feliz como suele ser y tengo la piel pálida como si de un muerto se tratara, intento darme un poco de color con maquillaje y tiño mis labios de un color rojo pasión para darle un poco más de resplandor a mi rostro. Tras una larga deliberación escojo un tanga negro de encaje a juego con un sujetador del mismo tono, y unos pantalones negros de tiro alto con una camiseta con gran escote en color amarillo mostaza, me coloco mis tacones de 15 centímetros, me miro al espejo y me digo: “Vale, no estás nada mal, vamos a por todas hoy, esta noche vamos a olvidarlo todo.”


Había quedado con algunos compañeros de clase en ir a dar una vuelta tranquila por los bares del centro. Éstos se tomaron la libertad de invitar a amigos propios a pasar aquella noche con nosotros y cuando le ví, me alegré de que Carlos no hubiera preguntado primero si podría traerse algún amigo personal por si alguien se negaba.

Tenía los ojos marrones, casi negros, su mirada era profunda, vestía una camiseta negra ceñida que le marcaba cada uno de sus esculpidos pectorales y dejaba al aire esos espléndidos brazos visiblemente trabajados, una chaqueta negra de cuero y unos vaqueros ajustados que hacían que mi respiración se acelerara a cada segundo.

De repente se me acerca, y con voz cautivadora se presenta.

- Hola, mi nombre es Max, encantado. ¿Natalia, verdad?

Me ruborizo, estoy casi temblando. Sus ojos no paran de mirarme fijamente esperando una respuesta.

+ Ho.. l.. a… , eeem, mi nombre….. ¿Cómo sabes mi nombre?

- Carlos me habla mucho de tí. Es un nombre precioso, casi tanto como tú

Me va a estallar la cara, me pongo de todos los colores y consigo esbozar una sonrisa estúpida a su comentario mientras él me responde guiñándome su ojo derecho, lo que hace que me derrita.

- Ven, te invito a una copa, ¿Qué bebes?

+ Ginebra con fanta de limón, gracias.

Pasamos toda la noche juntos, hablando, conociéndonos y olvidando a los demás compañeros que ríen y bailan a nuestras espaldas. Las copas corren, ya llevamos cuatro y mi cuerpo empieza a notar el efecto del alcohol en mí. Nuestros cuerpos, que empezaron distantes cada vez se acercan más hasta el punto de estar uno sobre el otro, me coge de la cintura en aquel bar abarrotado y me dice al oído lo mucho que le excita mi cuerpo mientras estas palabras llegan a lo más profundo de mi ser. Realmente, le deseo.

+ Tienes un culo espléndido Natalia -  dice mientras su mano furtiva baja de mi cintura y palpa mi trasero.

Y de repente sin pensarlo dos segundos me doy la vuelta y le miro a los ojos ardientemente. No puedo evitar lanzarme a sus labios y dejarle muy claro las ganas que le tengo. No voy a dejar escapar a un dios como este, le quiero en mí, y le quiero ahora.


Nos bebemos las copas rápidamente, paga caballerosamente lo consumido y nos dirigimos sin pensarlo hacia su piso ya que en el mío están mis compañeros y no es plan de montar el numerito. Él vive cerca, a unas 5 o 6 calles, o al menos el paseo se me hace muy corto. Llegamos al piso y me dispongo a subir por la escalera.

- ¿No prefieres el ascensor? Me dice. Y me ruborizo al recordar que pasó la última vez que utilicé un ascensor con un ligue.

+ No, es un segundo, hay que hacer ejercicio.

- No te preocupes por el ejercicio, Natalia, vamos a entrenar duro.

Me sonrojo y le miro ardientemente.

Me dice caballerosamente que pase primero para subir las escaleras y sé que obviamente es para mirarme el culo, así que no se si por la bebida o por lo nerviosa que me pone con esa mirada pícara, me contoneo al subir cada peldaño para hacerle sufrir hasta llegar arriba.

Ya arriba, le espero y al llegar a mi lado me da un cachetazo en el culo, no puedo evitar gemir de placer y aferrarme a su boca con todo el deseo que me ha hecho pasar toda la noche. Coge la llave y entre nuestras convulsiones consigue meter la llave y abrir la puerta. Cierra enérgicamente con el pie cuando estamos dentro y le voy quitando la camiseta mientras me lleva a la cama.


Estamos deseosos de placer, nuestros cuerpos se retuercen entre sí y noto como cada vez mi entrepierna comienza a ponerse más húmeda. Me quita la camiseta y seguidamente el sujetador con un rápido movimiento y presiona su cuerpo fuertemente contra mí mientras noto como su erección me oprime contra el colchón y hace que me retuerza del gusto.

Mis manos se dirigen hacia su pantalón y su mano ágil hace un gesto y las frena, mientras mueve su cabeza de un lado a otro y se le dibuja una sonrisa traviesa en el rostro. De pronto se separa de mis labios para proseguir por mi cuello con su lengua húmeda y detenerse en mis pechos, sobándolos y retorciendo su lengua en cada uno de mis pezones que responden erectos a su gesta. Me levanta y me pone encima de sí, mientras que yo no puedo parar de rozarme contra su entrepierna.


Me lanza salvajemente sobre la cama de nuevo. Desliza una mano sobre mi vientre hasta llegar a mi sexo, que está chorreante, y al encontrarse esa sensación se le escapa un gemido de auténtico placer al ver el efecto que causa en mí.

Recorre toda mi entrepierna, hasta que un dedo experto se posiciona en la entrada y comienza a introducirse en mí, una y otra vez. Mi cuerpo se arquea para recibir sus manos, que cada vez cogen más ritmo, y éste introduce un segundo dedo que me hace estallar en un grito de desesperación. Esto es insoportable, le quiero dentro de mí.


Él aún lleva los pantalones y yo estoy completamente expuesta a él, cuando ya por fin consigo que me deje, le cojo la bragueta y se la bajo rápidamente, para que no pueda pararme.

Saco su enorme polla, que desde luego, se intuía, ya que sus dimensiones propasando el pantalón eran de escándalo. Le escupo en la punta abundantemente y comienzo a mover mis manos alrededor de ella, sólo ahí, sin subir ni bajar, haciéndole lo que él me había hecho hace unos instantes. Me acerco a su miembro y le miro a la cara, mientras sigo moviendo mis manos haciendo movimientos circulares, le pongo la mirada más ardiente que tengo y saco mi lengua para que vea mis intenciones. Le pongo la lengua a milímetros de la punta y veo cómo lo desea, como echa la cabeza hacia atrás y gime desbocado. Y rápidamente le toco muy despacio y la guardo en mi boca de nuevo, sí, yo también se jugar a este juego.


Y me mira con ojos fulminantes ante el final inesperado que le acabo de propinar, me coge, me da la vuelta, me pone a cuatro patas, me coge del pelo hacia atrás y me embiste con toda su fuerza. Grito de dolor, pero sus acometidas no se ralentizan, y ese dolor cada vez va siendo más dulce, más placentero, cada vez le noto más, el tacto, el piel con piel, y agradezco estar tomándome las anticonceptivas porque odio los dichosos condones.

Cada vez aumenta más el ritmo y mi cuerpo se arquea para recibirlo. Oigo su voz jadeante, temblorosa, lo que me pone más a mil y me dejo llevar por esta increíble escena de sexo duro y salvaje que estamos protagonizando.


Podría estar horas en esta posición, me encanta que me dominen a veces y que tomen la iniciativa para variar. Él me tiene cogido el pelo con una mano y me coge el brazo con la otra para profundizar más adentro de mí, para llegar hasta el final y mis gritos son cada vez más agónicos, este ritmo me va a matar, voy a explotar muy pronto.

- Di mi nombre, Natalia

+ Max!

- Otra vez!

+ Max, max, maaaaxx….


Y mi cuerpo se deshace ante él, me corro con toda mi alma, las piernas me tiemblan y mi cuerpo parece de gelatina. Una explosión de placer me inunda y ante esta escena culminante saca su polla de mi interior y me agacho para recibir mi premio entre nuestros gemidos mezclados entre sí formando una melodía de lo más carnal. Y se corre en mi boca, la suya está abierta, el gozo le recorre cada centímetro de su piel y yo sigo exausta por lo acontecido.


- Natalia, eres increíble.

+ No tengo nada que envidiarte, Max.

Y nos quedamos uno encima del otro intentando recuperar la respiración después de semejante acto.