Primero de todo me gustaría pedir disculpas por esta ausencia prolongada.
He sufrido algunos problemas personales y anímicos que me han pasado factura
durante un largo periodo de tiempo, pero ya puedo decir que estoy completamente
recuperada física y sobretodo psicológicamente y que Lujurias Carnales vuelve a
ser lo que siempre fue. Sexo, pasión y sobre todo, lujuria.
No ha sido fácil despojarme de esos males que recorrían mi mente todo el
tiempo, los estudios, la convivencia y todo se puso en mi contra y consiguió
minarme. Por eso intentaba refugiarme en las amistades, esas que siempre están
ahí y tras una larga deliberación mi respuesta a una noche de fiesta por la
ciudad fue afirmativa.
Mi cara no está precisamente risueña y feliz como suele ser y tengo la piel
pálida como si de un muerto se tratara, intento darme un poco de color con
maquillaje y tiño mis labios de un color rojo pasión para darle un poco más de
resplandor a mi rostro. Tras una larga deliberación escojo un tanga negro de
encaje a juego con un sujetador del mismo tono, y unos pantalones negros de
tiro alto con una camiseta con gran escote en color amarillo mostaza, me coloco
mis tacones de 15 centímetros, me miro al espejo y me digo: “Vale, no estás
nada mal, vamos a por todas hoy, esta noche vamos a olvidarlo todo.”
Había quedado con algunos compañeros de clase en ir a dar una vuelta
tranquila por los bares del centro. Éstos se tomaron la libertad de invitar a
amigos propios a pasar aquella noche con nosotros y cuando le ví, me alegré
de que Carlos no hubiera preguntado primero si podría traerse algún amigo
personal por si alguien se negaba.
Tenía los ojos marrones, casi negros, su mirada era profunda, vestía una
camiseta negra ceñida que le marcaba cada uno de sus esculpidos pectorales y
dejaba al aire esos espléndidos brazos visiblemente trabajados, una chaqueta
negra de cuero y unos vaqueros ajustados que hacían que mi respiración se
acelerara a cada segundo.
De repente se me acerca, y con voz cautivadora se presenta.
- Hola, mi nombre es Max, encantado. ¿Natalia, verdad?
Me ruborizo, estoy casi temblando. Sus ojos no paran de mirarme fijamente
esperando una respuesta.
+ Ho.. l.. a… , eeem, mi nombre….. ¿Cómo sabes mi nombre?
- Carlos me habla mucho de tí. Es un nombre precioso, casi tanto como tú
Me va a estallar la cara, me pongo de todos los colores y consigo esbozar
una sonrisa estúpida a su comentario mientras él me responde guiñándome su ojo
derecho, lo que hace que me derrita.
- Ven, te invito a una copa, ¿Qué bebes?
+ Ginebra con fanta de limón, gracias.
Pasamos toda la noche juntos, hablando, conociéndonos y olvidando a los
demás compañeros que ríen y bailan a nuestras espaldas. Las copas corren, ya
llevamos cuatro y mi cuerpo empieza a notar el efecto del alcohol en mí.
Nuestros cuerpos, que empezaron distantes cada vez se acercan más hasta el
punto de estar uno sobre el otro, me coge de la cintura en aquel bar abarrotado
y me dice al oído lo mucho que le excita mi cuerpo mientras estas palabras
llegan a lo más profundo de mi ser. Realmente, le deseo.
+ Tienes un culo espléndido Natalia - dice mientras su mano furtiva
baja de mi cintura y palpa mi trasero.
Y de repente sin pensarlo dos segundos me doy la vuelta y le miro a los
ojos ardientemente. No puedo evitar lanzarme a sus labios y dejarle muy claro
las ganas que le tengo. No voy a dejar escapar a un dios como este, le quiero
en mí, y le quiero ahora.
Nos bebemos las copas rápidamente, paga caballerosamente lo consumido y nos
dirigimos sin pensarlo hacia su piso ya que en el mío están mis compañeros y no
es plan de montar el numerito. Él vive cerca, a unas 5 o 6 calles, o al menos
el paseo se me hace muy corto. Llegamos al piso y me dispongo a subir por la
escalera.
- ¿No prefieres el ascensor? Me dice. Y me ruborizo al recordar que pasó la
última vez que utilicé un ascensor con un ligue.
+ No, es un segundo, hay que hacer ejercicio.
- No te preocupes por el ejercicio, Natalia, vamos a entrenar duro.
Me sonrojo y le miro ardientemente.
Me dice caballerosamente que pase primero para subir las escaleras y sé que
obviamente es para mirarme el culo, así que no se si por la bebida o por lo
nerviosa que me pone con esa mirada pícara, me contoneo al subir cada peldaño
para hacerle sufrir hasta llegar arriba.
Ya arriba, le espero y al llegar a mi lado me da un cachetazo en el culo,
no puedo evitar gemir de placer y aferrarme a su boca con todo el deseo que me
ha hecho pasar toda la noche. Coge la llave y entre nuestras convulsiones
consigue meter la llave y abrir la puerta. Cierra enérgicamente con el pie
cuando estamos dentro y le voy quitando la camiseta mientras me lleva a la
cama.
Estamos deseosos de placer, nuestros cuerpos se retuercen entre sí y noto
como cada vez mi entrepierna comienza a ponerse más húmeda. Me quita la
camiseta y seguidamente el sujetador con un rápido movimiento y presiona su
cuerpo fuertemente contra mí mientras noto como su erección me oprime contra el
colchón y hace que me retuerza del gusto.
Mis manos se dirigen hacia su pantalón y su mano ágil hace un gesto y las
frena, mientras mueve su cabeza de un lado a otro y se le dibuja una sonrisa
traviesa en el rostro. De pronto se separa de mis labios para proseguir por mi
cuello con su lengua húmeda y detenerse en mis pechos, sobándolos y retorciendo
su lengua en cada uno de mis pezones que responden erectos a su gesta. Me
levanta y me pone encima de sí, mientras que yo no puedo parar de rozarme
contra su entrepierna.
Me lanza salvajemente sobre la cama de nuevo. Desliza una mano sobre mi
vientre hasta llegar a mi sexo, que está chorreante, y al encontrarse esa
sensación se le escapa un gemido de auténtico placer al ver el efecto que causa
en mí.
Recorre toda mi entrepierna, hasta que un dedo experto se posiciona en la
entrada y comienza a introducirse en mí, una y otra vez. Mi cuerpo se arquea
para recibir sus manos, que cada vez cogen más ritmo, y éste introduce un
segundo dedo que me hace estallar en un grito de desesperación. Esto es
insoportable, le quiero dentro de mí.
Él aún lleva los pantalones y yo estoy completamente expuesta a él, cuando
ya por fin consigo que me deje, le cojo la bragueta y se la bajo rápidamente,
para que no pueda pararme.
Saco su enorme polla, que desde luego, se intuía, ya que sus dimensiones
propasando el pantalón eran de escándalo. Le escupo en la punta abundantemente
y comienzo a mover mis manos alrededor de ella, sólo ahí, sin subir ni bajar,
haciéndole lo que él me había hecho hace unos instantes. Me acerco a su miembro
y le miro a la cara, mientras sigo moviendo mis manos haciendo movimientos
circulares, le pongo la mirada más ardiente que tengo y saco mi lengua para que
vea mis intenciones. Le pongo la lengua a milímetros de la punta y veo cómo lo
desea, como echa la cabeza hacia atrás y gime desbocado. Y rápidamente le toco
muy despacio y la guardo en mi boca de nuevo, sí, yo también se jugar a este
juego.
Y me mira con ojos fulminantes ante el final inesperado que le acabo de
propinar, me coge, me da la vuelta, me pone a cuatro patas, me coge del pelo
hacia atrás y me embiste con toda su fuerza. Grito de dolor, pero sus
acometidas no se ralentizan, y ese dolor cada vez va siendo más dulce, más
placentero, cada vez le noto más, el tacto, el piel con piel, y agradezco estar
tomándome las anticonceptivas porque odio los dichosos condones.
Cada vez aumenta más el ritmo y mi cuerpo se arquea para recibirlo. Oigo su
voz jadeante, temblorosa, lo que me pone más a mil y me dejo llevar por esta
increíble escena de sexo duro y salvaje que estamos protagonizando.
Podría estar horas en esta posición, me encanta que me dominen a veces y
que tomen la iniciativa para variar. Él me tiene cogido el pelo con una mano y
me coge el brazo con la otra para profundizar más adentro de mí, para llegar
hasta el final y mis gritos son cada vez más agónicos, este ritmo me va a
matar, voy a explotar muy pronto.
- Di mi nombre, Natalia
+ Max!
- Otra vez!
+ Max, max, maaaaxx….
Y mi cuerpo se deshace ante él, me corro con toda mi alma, las piernas me
tiemblan y mi cuerpo parece de gelatina. Una explosión de placer me inunda y
ante esta escena culminante saca su polla de mi interior y me agacho para
recibir mi premio entre nuestros gemidos mezclados entre sí formando una
melodía de lo más carnal. Y se corre en mi boca, la suya está abierta, el gozo
le recorre cada centímetro de su piel y yo sigo exausta por lo acontecido.
- Natalia, eres increíble.
+ No tengo nada que envidiarte, Max.
Y nos quedamos uno encima del otro intentando recuperar la respiración
después de semejante acto.