Martes noche, imposible resistirse a una noche de chicas por
la ciudad, así que quedamos todas y nos fuimos como no, a tapear. Sí, las tapas son lo nuestro. Tras una buena comilona decidimos irnos de
pubs, ya que como todos sabéis, la economía del estudiante no es famosa por ser
muy cuantiosa. Entramos al primer pub que encontramos y nos dispusimos a pedir.
Yo llevaba un vestido ceñido, color rojo con escote y
taconazo. Era imposible no notar las miradas lascivas mientras me abría paso
hacia la barra pero entre todas ellas, una, sólo una me impactó; sus ojos
marrones, pelo castaño y esa mirada tan seductora eran imposibles de olvidar
así que llegué a la barra y entre el barullo de la gente conseguí ponerme a su
lado.
El tequila corría como la seda en aquella barra entre mis
amigas y yo, él no me quitaba ojo, ni yo a él, tenía planes con ese cuerpo esta
noche y no lo iba a dejar escapar. Me invitó a un par de chupitos y comenzamos
a hablar, se llamaba Hugo, medía 1,75 , vivía en un estudio cercano y tenía un
perrito. Tras una larga conversación salimos a la pista a bailar; nuestros
cuerpos se acercaban, rozándose furtivamente mientras nos observábamos
lujuriosos el uno al otro, era una danza sexual en la que nosotros éramos los
únicos protagonistas.
De repente me cogió de la cadera y me acercó a su cuerpo,
notaba su erección frotándome la espalda, no tardé en excitarme. Mordí mis
labios y mis manos alcanzaron su prieto culo de gimnasio mientras él proseguía
su hazaña. Bajó su cabeza hasta mi oído y con su voz cautivadora me susurró:
+ Podemos seguir en mi casa si lo prefieres.
Su lengua recorrió mi oreja y yo solo pude hacerle un gesto
de aprobación con la cabeza mientras notaba mi entrepierna empapada imaginándole
sumergido en mi sexo.
Llegamos al edificio, era enorme, calculo que tendría unas 10 plantas, me lanzó una mirada pícara mientras abría la puerta y seguidamente
llamó al ascensor, afortunadamente estaba en la planta baja así que entramos
a él, tocó el número 8 y antes de que las puertas se cerraran nuestros labios
ya se había unido en un ardiente beso con muchas intenciones.
Tomó mi pierna en alto para acercar su erección a mi sexo,
mis piernas temblaban, estaba deseosa de su polla. Su lengua jugaba con mi
cuello, mi piel se erizaba con cada pasada de su húmeda extremidad. Mis manos
prisioneras de las suyas no podían hacer nada para evitarlo, esta noche era
plenamente suya.
Y la bestia se desató, bajó hasta mi entrepierna, rompió
salvajemente mis medias y sin pensarlo un segundo comenzó a introducir
rápidamente sus dedos en mi interior mientras chupaba y mordía mis pezones
ahora rígidos entre sus dientes.
Su velocidad aumentaba y mis piernas cada vez temblaban más,
era un gran experto, pero no, esa noche no podía acabar corriéndome con una
simple paja, necesitaba una buena follada y la necesitaba ya.
Contuve mi cuerpo ante aquellas manos maestras que hacían
danzar mi cadera a su son mientras mi cuerpo sólo pedía más. Su polla estaba
dura, durísima, le sobresalía del pantalón, así que intenté liberar una de mis
manos para cogerla y su respuesta fue inmediata.
+ Ya veo lo que buscas…
Me cogió violentamente de la cadera, me dio la vuelta de
cara a la pared y me embistió implacable con toda la fuerza de su cuerpo
mientras yo gritaba de puro placer.
Agarraba mi culo mientras que me daba un palmetazo y sus
acometidas subían de ritmo, se oía claramente el sonido cuando nuestros cuerpos
se fusionaban “Plas, plas,plas…” .Mis pechos se mecían hacia delante y hacia
atrás cual dementes. Sentía cada centímetro de su polla en mi sexo, cada
pliegue, cada vena… realmente era espectacular. Éramos puro fuego, unidos nos
movíamos a un compás atroz que sólo nuestros cuerpos sudorosos podían soportar.
Mi cuerpo extasiado no podía más ante aquél feroz ritmo y cayó preso del placer mientras que él se apropiaba de agarrar fuerte mi
culo y comenzar a mover mi cadera hacia sí para penetrarme lo más duro y
profundo posible. Mi cara lo decía todo, ojos en el cielo, boca entreabierta y
respiración acelerada…
Los gemidos mezclados con gritos hicieron que no corriésemos
los dos al unísono ante aquella increíble escena. Notaba el latir de su miembro
mientras escupía su sabroso néctar en mi interior, estaba caliente, casi tanto
como nosotros.
- ¿Y ahora qué?
+ Íbamos a mi casa, ¿no? Aún no hemos llegado…
- Me encantaría darme una ducha
+ Por supuesto.
Pulsó de nuevo el botón del ascensor y este volvió a moverse mientras nosotros, agonizantes ,intentábamos vestirnos de nuevo.
[…]